Ni siquiera una cerrajería se le resiste al ladrón. En plena madrugada fuerza la persiana, se marcha, espera unos minutos para comprobar que no salta la alarma y regresa colándose en el negocio. Una vez dentro se toma su tiempo para abrir cajones, mirar la caja registradora y buscar en el fondo de los armarios hasta que encuentra su botín, una pequeña caja con mil ochocientos euros. Así van haciendo la ronda nocturna por el barrio de Sant Antoni, en Barcelona. En los últimos dos meses se han producido veinte robos. Pocos se han librado y muchos empiezan a estar acostumbrados. Hay comerciantes que han sufrido tres robos en un mes. De hecho, algunos hasta ya les dejan notitas a los cacos advirtiéndoles de que no van a encontrar dinero dentro. Otros han optado por reforzar la seguridad de sus locales. Los comerciantes se quejan de la falta de presencia policial y, aseguran, que los propios agentes les han recomendado que contraten seguridad privada.
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