Se llamaba Tiziana Cantone, tenía 30 años y se suicidó en unas circunstancias muy parecidas al caso de la trabajadora de Iveco. Envió un vídeo de contenido sexual a tres personas y ellos lo difundieron indiscriminadamente. Las imágenes llegaron a publicarse incluso en páginas pornográficas. Se hicieron mofas sobre ella y hasta camisetas con una de las frases que se escuchaban en el vídeo. Un ataque a su intimidad que no pudo soportar. Y todo salió de un teléfono móvil, una herramienta que usamos rápido, mecánicamente y sin pensar. La exconcejal de un pueblo de Los Yébenes, Olvido Hormigos, también sufrió las consecuencias de una difusión descontrolada de un vídeo íntimo. Su caso reveló la necesidad de modificar el Código Penal para castigar la difusión de este tipo de vídeos sin consentimiento del autor.
-Redacción-