Puño en alto al cierre de sus últimos mítines, Pedro Sánchez arranca su segundo liderazgo socialista en tres años con su hoja de ruta hacia La Moncloa puesta en la izquierda a la que no pudo girar, sin condiciones de entrada, en sus anteriores intentos de gobierno. Bloqueados, tanto por los límites de su antiguo comité Federal, que fijaba su no a Podemos de la mano de las fuerzas catalanas a favor del referéndum, como por el acuerdo previo de Sánchez con Ciudadanos, que activaba el veto mutuo de Iglesias y Rivera por las políticas económicas opuestas. Diques insalvables, entonces, a los que se sumaba el enfrentamiento dialéctico con el líder morado. Escenario, muy diferente, del que parece presentarse ahora tras la reciente moción de censura fallida. Con un acercamiento programático, con la convergencia añadida del reconocimiento de ambos partidos de la plurinacionalidad del Estado.