Unos se ahogan. Otros directamente desfallecen. Un par de toses broncas. Y de fondo: Angela Merkel. Así es como le han recibido los activistas de Greenpeace a su llegada a la feria del automóvil de Frankfurt. La inauguraba hoy, entre la polémica claro. Porque los ecologistas la acusan de ser cómplice de la industria automovilística y permitir la fabricación de coches que no cumplen con la normativa de emisiones tóxicas. "Nueve de cada diez coches diesel que continúan vendiéndose no cumplen los límites de emisiones en la calle. Y ella, lo está permitiendo", dicen. La credibilidad en Alemania de esta industria se desplomó cuando saltó el escándalo de las emisiones trucadas de Volkswagen. Ahora Merkel, en plena campaña electoral, reconoce los fallos, pero augura un futuro optimista y ecológico para la industria más importante de Alemania. "Por supuesto que en las calles todavía no se nota. Necesitamos una transición continúa al mundo de los coches alternativos a los de combustión. Y eso llevará décadas", advierte la canciller. Habrá que esperar para verlo, pero el futuro de momento está en el aire.
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