Teléfono en mano, nadie quiere perderse el momento. Casi tres años y medio después Francisco Javier Medina vuelve a su casa en Almonte (Huelva). Acompañado por varios policías locales se abraza a sus vecinos, que le reciben con gritos de inocente. Más abrazos, más besos, imposible moverse. La Policía trata de ordenar la complicada llegada a casa. Se pide silencio a la espera de las palabras del recién declarado no culpable de forma mayoritaria por un jurado popular. No hay palabras pero sí este gesto: varios vecinos lo cogen en hombros y se desata la locura. Mano al corazón y saludo a sus vecinos. Al final Francisco pide que le bajen. La familia de las víctimas prefiere no pronunciarse por ahora sobre este multitudinario recibimiento. Recurrirán al Tribunal Superior de Justicia la sentencia absolutoria.
-Redacción-