En Pontevedra saben que es posible escapar de la jungla del asfalto.
Los más de 80.000 coches, motos, furgonetas y camiones que tomaban a diario el centro a finales de los noventa se han reducido a 7.000. Y los peatones han recuperado casi un millón y medio de metros cuadrados de calles.
La ciudad comenzó su cruzada en 1999, "circulando" en dirección contraria a lo que hacia entonces todo el planeta.
Desde el ayuntamiento saben que las restricciones sin más no funcionan y que deben ir acompañadas de un plan integral. Con medidas como los aparcamientos disuasorios en la periferia, una medida que no convence a todos, pero que lo asumen.
En 20 años los pontevedreses han pasado de oponerse con uñas y dientes a la eliminación, del tráfico a pedir más zonas peatonales