Antonio Gómez Ortega, exdirector de una sucursal de Caja Madrid, se involucró en la venta de preferentes como le ordenaron sus superiores y obtuvo las mejores ventas de la zona, pero pronto vio que algo fallaba. Llegó a pagar de su propio dinero los ahorros de un cliente enfadado y hasta consiguió hablar con el propio Blesa, quién le aseguró que arreglaría todo, pero Antonio decidió no vender más preferentes y desaconsejar su compra.