Solitaria y entre grandes medidas de seguridad. Así amanece la plaza Tahrir de Egipto en el tercer aniversario de la revolución. Un 25 de enero en el que los accesos a la plaza están cortados. El Ejército pretende evitar la ocupación de este simbólico escenario. Tres años atrás y tras 18 días de manifestaciones, Hosni Mubarak abandonaba el poder después de 30 años de control absoluto. El pueblo conquistaba las calles y el sueño de una democracia estable. Hoy los manifestantes que aguardan a tan sólo unos metros del corazón de la plaza recuerdan a los hermanos que cayeron durante la revolución. Precisamente nuevos mártires es lo que quieren evitar los militares. Casi un año y medio después de la revolución el Ejército entregaría el poder al islamista Mohamed Mursi, único presidente en Egipto elegido democráticamente. Su paquete de leyes que concentraba nuevos poderes en la figura del presidente, incluyendo amplio control e inmunidad legal para su persona acabaron sacando a millones de personas nuevamente a las calles. Mursi terminó destituido y arrestado un año después de llegar a la presidencia. El Ejército tomaba otra vez las riendas. Desde entonces Egipto vive anclado en la inestabilidad y la división. Partidarios de Mursi y seguidores de los militares siembran de enfrentamientos el día a día. Los Hermanos Musulmanes fueron declarados "terroristas" a finales del pasado diciembre. Aunque muchos de los atentados que riegan la capital egipcia nada tienen que ver con ellos. El espíritu de la revolución del 25 de enero sigue presente, capitalizado por dos bandos enfrentados que buscan hacerse fuertes de cara a las elecciones generales prometidas para este año.