En Kabul, la capital afgana, un hombre rocía gasolina sobre una montaña de bolsas, fardos y sacos. Contienen más de 20 toneladas de droga. La mayor parte, opio, incautado por policías y militares en localidades que rodean la ciudad. "Esta operación demuestra el trabajo de nuestras unidades antinarcóticos", ha resaltado el general Baz Mohammad Ahmadi, el responsable de ese Departamento. Pero por muy llamativa que ha sido la puesta en escena, las imágenes no pueden ocultar la realidad. La del último y demoledor informe de Estados Unidos que deja claro que, pese a haber gastado cinco mil millones en la lucha contra las drogas en Afganistán, el año pasado hubo una producción récord de opio y se dobló su precio en el mercado. La razón: el descontrol en las zonas rurales y los débiles esfuerzos del Gobierno. El problema es que el narcotráfico está echando por tierra todos los demás esfuerzos, ya que es el principal medio de financiación de los insurgentes además de alimentar la corrupción y el crimen organizado.