Arranca la marcha nupcial y aparecen dos novias vestidas de blanco. Asistimos a la primera boda gay de la historia de Rusia. Y no. No han cambiado las leyes contra los homosexuales que hay en este país. Pero ellas han encontrado un resquicio legal para casarse: porque una de las contrayentes, Irina - la chica rubia -, es transexual y como aún no ha completado su cambio de sexo, en el pasaporte sigue constando como hombre. Asi que la funcionaria del registro de la ciudad de San Petersburgo ha oficiado la ceremonia sin problemas. Para ellas y para el resto de los invitados lo esencial era reivindicarse como colectivo con unos derechos que se les niegan una y otra vez. No olvidemos que en Rusia la homosexualidad se consideró crimen hasta 1993 y como una enfermedad mental hasta 1999. El año pasado, el presidente Vladímir Putin aprobó una ley que castiga todo acto de «propaganda» homosexual, una manera de robarles cualquier visibilidad. Aunque Irina y Alena, jugando con esas mismas cartas, le han demostrado que no se pueden poner puertas al campo.
