Precedido por una gran agitación social, ayer comenzó en la mayoría del mundo musulmán su mes sagrado. Un paréntesis de privaciones físicas y de recogimiento.El ramadán supone la abstinencia de comida, bebida, tabaco y sexo entre el alba y el ocaso, un ayuno de más de 16 horas diarias. Y se sigue a rajatabla, bajo riesgo de que el vecino de al lado pueda denunciar y las leyes, perseguirte.Pero más allá de la abstinencia, Ramadán es ante todo un mes de espiritualidad, en el que intentar ser mejor creyente y acercarse a Dios. Es la llamada "Noche del destino", cuando el profeta Mahoma recibió las primeras revelaciones divinas con lo que luego sería el texto del Corán. Las puertas del Paraíso están abiertas y en ese tiempo, el diablo esposado por los ángeles para que no pueda incitar al pecado.Al ponerse el sol, las calles de las ciudades se vacían y las familias se sientan en torno a sugerentes alimentos. Tras el primer día de ayuno, esa primera noche ya se ha celebrado.