Tres años de guerra y toneladas de artefactos asolaron España. Muchos cayeron, pero no todos explosionaron. De aquella guerra fraticida el Servicio de Desactivación de la Guardia Civil recupera una media, cada año, de 1000 entre bombas, granadas y proyectiles de artillería. En las últimas cuatro décadas, han sido 750.000. "¿Cuántos quedan? No lo sabemos. No sabemos ni cuántos quedan ni dónde están", reconoce el cabo primero Carlos Vicario. Si por un casual encontramos una, lo mejor, señalizar la zona y avisar inmediatamente a la Guardia Civil. "Es una fuente de problemas. Los artefactos explosivos se usan en la guerra y se usan para matar, no para tener expuestos en casa para que se vean", advierte a los coleccionistas. Y mucho cuidado: normalmente están deterioradas y, por tanto, más inestables. También las hay con trampas, preparadas para si el enemigo quería desactivarlas. O por su composición. "Ha habido bombas que han producido accidentes entre nosotros", nos cuenta el cabo del Instituto Armado. "Bombas que estaban cargadas con agresivos químicos que no se supieran que existieran". Porque sí, en la Guerra Civil española se llegaron a utilizar armas químicas.