Estas mujeres lloran desesperadamente porque, un día más, han perdido a algún ser querido en Siria. En esta ocasión las habituales víctimas se han convertido en verdugos. Ha sido en la ciudad de Idlib. Dos explosiones atribuídas a terroristas suicidas han dejado ocho muertos y cientos de heridos.  Y muchos ha visto sus casas reducidas a escombros.  Muebles, lámparas, objetos personales. Sólo por estar cerca de un complejo del Ejército y de un hotel de observadores de la ONU, que ha pedido contención a las dos partes en conflicto. Un episodio más de la violencia extrema que azota el país desde hace más de un año.