Tras la caída en marzo de 2010 de Mikel Carrera Sarobe, el último jefe militar de ETA, la gran duda tanto en la lucha antiterrorista como en la izquierda abertzale fue conocer la identidad de sus sucesores y su talante para permitir un proceso de paz. Los primeras informaciones no hacían presagiar nada bueno. Este hombre, David Pla, cogió las riendas del aparato político. Tras salir en libertad y a pesar de no tener causas pendientes pero sí un hijo de corta edad, volvió a la clandestinidad. En la cúpula, Pla se rodeó de dos mujeres también consideradas "duras": Iratze Sorzabal, implicada en varios asesinatos, y la hoy detenida Izaskun Lesaka, huida desde 2005 cuando iba a ser juzgada por pertenecer a la dirección de las organizaciones juveniles de ETA. De entrada, el triunvirato acató el sentimiento mayoritario de la izquierda abertzale. Incluso a Izaskun Lesaka se le atribuye la redacción de los últimos comunicados de ETA, incluido el de su final (audio en euskera). No está claro a cuál de las dos mujeres pertenece esa voz. Lo que no hay dudas es que tras las capuchas estaban los tres dirigentes de la banda. Hoy mucho más mermada