El presidente sirio ha felicitado a su ejército. El mismo que ayer dejó a cien compatriotas muertos en las calles de Hama y que esta mañana, en el día de las fuerzas armadas, ha seguido bombardeando este símbolo de la resistencia. El régimen teme que las protestas tras la oración de los viernes sean diarias durante el ramadán. Y Bashar al Assad ha querido atemorizar a los opositores golpeando una ciudad que su padre ya masacró hace tres décadas. Los vídeos de los teléfonos móviles han vuelto a burlar el bloqueo informativo de las autoridades, y occidente se ha visto obligado a reaccionar, al menos, de palabra. Obama dice estar horrorizado. El gobierno alemán, indignado. Pero -como respuesta a los más de mil quienientos civiles fallecidos desde marzo- se limitan a pedir a los países árabes que aumenten su presión sobre Damasco. El ministro de exteriores británico reconcoe que -hoy- una intervención armada en Siria es una posibilidad remota.
