Vigilaba la sucursal durante días, esperaba a que solo quedase un trabajador y vestido como el solitario, sacaba su pistola y se llevaba el botín. Cuatro atracos y al quinto lo detuvieron. Confesó que lo hizo por las deudas que tenía su empresa de construcción. Otro empresario de la construcción con deudas, aparcó su furgoneta con varios bidones de gasolina junto al Ayuntamiento de Loeches en Madrid. No llegó a prenderse fuego pero tampoco cobró la totalidad de la deuda. Como, por ejemplo, subirse durante casi un año a 50 metros de altura para defender, vía telefónica, un dinero que su empresa nunca cobró. Hace unos días se bajó de la grúa. Y en Sevilla, encadenado y sin ropa, pasó varias semanas a las puertas de la obra en la que trabajaba. El dinero que le debían tampoco llegó.