Han sido, sobre todo, mujeres y niños. Los primeros, han subido a los autobuses antes de amanecer. Se saben afortunados. Sus pasaportes extranjeros les permiten salir del infierno en que se ha convertido Gaza. Aún así, tras sortear los interminables controles del paso de Erez, se han acordado de aquellos que han dejado atrás. "Está muriendo mucha gente y ¿dónde estáis, árabes?. ¿Dónde estáis?. Nadie quiere ayudarlos." Para el millón y medio de palestinos que se queda en la franja, nada ha cambiado. Continúan los bombardeos: el más espectacular de las últimas horas ha destruido esta mezquita, la novena atacada desde el comienzo de la ofensiva. Sigue aumentando el número de muertos, ya más de 400. Y se repiten los funerales. Esta mañana, el estruendo de los cazas acallaba los rezos en el celebrado por el del líder de Hamás Nazar Rayan y catorce miembros de su familia. Tampoco cesan los lanzamientos de cohetes contra Israel. Y en la frontera, permanecen parados los carros de combate con sus cañones tapados.