En el Festival de Cine de Venecia las estrellas brillan por todos lados, pero quizá la erótica del poder tenga algo tras ver el recibimiento del presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Como si fuera una estrella del celuloide, firmando autógrafos a diestro y siniestro en el festival. Seguramente es la única alfombra que le quedaba por pisar. La culpa la tiene el realizador Oliver Stone, que en su último documental lo ha convertido en el gran libertador de Latinoamérica. Otra película más en la que el director vuelve a sacar su espíritu menos tolerante con lo americano.