En Posadas, Córdoba, un hombre del pueblo dejó en herencia unas tierras para que las trabajaran los más pobres. Tras su muerte, se cumplió su deseo y empezaron a trabajar inmigrantes tailandeses, pero claro, ahora con la crisis el número de vecinos con pocos recursos ha aumentado y muchos reivindican un puesto de trabajo.Por eso, un centenar de personas permanecen encerradas en el Ayuntamiento de la localidad para exigir que se cumpla la voluntad del vecino del pueblo, fallecido hace 19 años. Los encerrados quieren que sean los trabajadores de esta localidad, y no extranjeros, los que se empleen en las tareas agrícolas que proporcionan las fincas que legó el difunto. Los bienes del fallecido los administran el alcalde, el veterinario, el médico y el cura del pueblo.