Joaquim Barbosa, el implacable e incorrupto juez, llega a uno de los poderes de la gran nación brasileña. No por color, ni cuotas o coimas, sino por méritos propios. Sin embargo, abre la brecha para que justamente, sin importar origen o color, las oportunidades empiecen a ser para todos.
En el camino, ya le precedió un obrero sin estudios y una mujer ex guerrillera y soltera. Y ya sabemos los resultados: Brasil apostó bien. Que no haya marcha atrás.