Empobrecidos por la crisis económica y una inflación descontrolada, cada vez más argentinos acuden a los comedores sociales de Buenos Aires donde pueden recibir una comida gratuita.
Le cuesta caminar, pero María Vargas, de 66 años, va todos los días al comedor de Villa Soldati, un barrio del sudoeste de la capital argentina.
A pie, le toma una hora y media ir y venir desde su casa en un barrio empobrecido de construcciones sociales sumergido en la marginación y cercado por la droga, donde cría a sus hijos.
"Vengo desde hace dos meses", confiesa con disgusto. "El precio de los alimentos aumentó tanto que no puedo más. Estoy en la miseria", afirma.
"Fui a un comedor, después a otro, pero no hay más lugar. Entonces vine acá", explica.
Cada día, la Fundación Margarita Barrientos distribuye 2.000 porciones de comida, servidas en las mesas de madera o entregadas en viandas para llevar.
Cuarenta voluntarios cocinan de lunes a viernes desayuno, almuerzo, merienda y cena más las comidas para dos guarderías infantiles y una treintena de ancianos.