El término afrodisíaco deriva de Afrodita (Venus en la Roma antigua), divinidad femenina griega relacionada con el amor, la fecundidad y la energía primaveral. Se suele denominar así a cualquier sustancia que realmente o por fantasía popular estimula o aumenta el deseo sexual.
Los afrodisíacos se dividen en varias categorías:
Por asociación sensual: Desde la antigüedad plantas y alimentos cuya forma natural se parece a los órganos sexuales se han considerado afrodisíacos: los símbolos fálicos como el plátano, el pepino o los espárragos; los símbolos vaginales como las ostras o las almejas; los que recuerdan la mucosa genital como las fresas y manzanas rojas.
Irritación directa de la mucosa genital: Son sustancias que tienen la capacidad de producir congestión y prurito a nivel de los genitales femeninos, en especial de la mucosa vaginal que se confunde con excitación sexual
De acción central: Existen tres tipos de sustancias: fármacos, hormonas u otras substancias. En general son substancias que producen desinhibición y pérdida de los frenos naturales.
El alcohol en todas sus formas. Abuso de drogas como la cocaína, la marihuana y sintéticas como el éxtasis. La yohimbina: alcaloide derivado de una raíz africana es un estimulante de los alfa 2 adreno receptores. El chocolate tiene xantinas de nivel central que se comportan como neurotransmisores excitatorios en especial feniletilamina (FEA). La mandrágora, una raíz asiática de forma humana que contiene alcaloides narcóticos y cuya infusión se considera un afrodisíaco muy poderoso (míticamente peligroso). El satiricón que es una planta orquidácea mencionada en la obra del mismo nombre de Petronio.
Por tradición cultural: Con efectos misteriosos trasmitidos de generación en generación, en especial los mariscos, el borojó, el guaraná, el chontaduro, los nidos de golondrinas, el semen de animales o los cuernos de rinoceront.