Esta historia debería comenzar en el jardín de Tebas, un poco antes del alba, con la luna del color de la infinita arena. O, mejor aún, en un anticuario londinense donde un hombre consumido y terroso, de barba gris, la custodiara en un manuscrito olvidado. Porque para que la vida eterna resulte creíble habría que contarla como Jorge Luis Borges en El Inmortal.Claro, que no es lo mismo explorar el secreto de la eterna juventud en un laberinto a orillas del Nilo que en un laboratorio madrileño donde se cultivan ratones transgénicos. La inmortalidad ya no es lo que era. Ahora su búsqueda transcurre entre probetas, bajo una aséptica luz blanquecina muy poco poética. Eso sí, nunca ha estado tan cerca. Por eso esta historia comienza en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) donde nació Triple, un ratón transgénico capaz de vivir un 40% más de lo normal. Lo creó María Blasco, bióloga molecular y una de las mayores expertas del mundo en la investigación contra el envejecimiento. Y bajo esta luz blanquecina, gracias a la manipulación genética, Blasco logró que Triple estuviera sano todo ese tiempo. Este superratón sería el equivalente a que un humano viviera joven más de 140 años. «Haber considerado que el envejecimiento era algo natural ha evitado que durante mucho tiempo la ciencia estudiara cómo evitarlo», dice Blasco, una mujer energética que aparenta cuarenta y pocos, de piel clara y pelo negro, que habla con entusiasmo y se mueve muy deprisa. «Pero era una barrera mental, no científica». Triple es la prueba. No envejecer siempre ha preocupado a los mortales, pero no a la ciencia. No hasta hace bien poco. Cuando María Blasco empezó sus experimentos, a principios de los 90, el envejecimiento era un área de estudio aún denostada en la biología. Ahora la longevidad se ha convertido en uno de los temas centrales del próximo siglo.