LA BORRACHEZ DE SOBERBIA Y PRESTIGIO EN QUE PUEDE CAER UN ROYAL, ES TRUEQUE DEL ENTENDIMIENTO QUE TRAERÁ VUELTO DE ALBOROTADURA SU JUICIO, LE SEGUIRÁ ANTE EL VICIO, LE APETECERÁ EN EL SUEÑO VAGAMUNDO Y LE HARÁ JUZGAR LO MALO POR BUENO, HASTA TENIENDO A LAS VÍRGENES POR LOCAS.
Hay muchos obstáculos en la vida de un royal que no le dejan andar en camino cuerdo y derecho, con lo que se desluce y opaca la regia majestad, llevándole inocentemente a ser como esa oveja que se sienta a la mesa de su dueño, pensando que va a beber de la copa el elixir que la liberará de su gregario destino hacia el matadero. Pues ha de ser el ejercicio de la real potestad todo dilección beneficente para con el reino, ya que rigurosas, más no terribles, han de ser tenidas como justas todas las acciones de un funcionario royal, como de bien merecidas serán que se conozcan por toda la nación, pero habráse de cerrar las puertas del alma cuando la sinrazón pretenda tener a un madero por padre y a la piedra por pariente, volviendo las espadas hacia la sensata discernición de los asuntos de Estado para librarse de los aprietos de la vanitas, que es como padecer locura. Así es, como ejemplo de suma virtud, el ánimo voluntarioso de un royal por ofrecer a sus hijos como prenda sucesoria para la continuidad dinástica de la monarquía, sin querer tasar excepciones con varas escasas o de poca media. Cuán poco es eso, precisamente aquello que, juiciosamente, posee una vista de las cosas de agudeza tal que penetra, no solo el mar abisal sino la intimidad más profunda de los corazones más intrincados. Eso es ser un auténtico royal y no el que se aceita con lamparones de superfice, adornos de barato y prendas de sortijería.
Vemos a la funcionaria royal Letizia La Fiztizia, visitando el gremio de médicos de España, en Madrid. Lo hace cuatro días después del escandaloso y gravísimo incidente que protagonizó en la catedral de Mallorca, enfrentándose a la funcionaria royal Sofía Grecia. Al salir de la sede médica colegial, la funcionaria royal recibe algunos insultos del populacho, como "floja, menuda floja", ante lo que ella mantiene la serenidad ignorándolos por completo, como debe ser. La vemos llegar acompañada de su secretario y del personal del servicio de la Real Casa y Hacienda, siendo recibida por la ministra de Sanidad, que en realidad es la enfermera que la introduce en la sede médica. La funcionaria royal luce más risueña y donairosa, quizá porque el día anterior al funcionario royal Felipe El Preparao se le había mandado a visitar un acuartelamento militar en la localidad sevillana de Dos Hermanas, con lo que Letizia pudo encontrar más sosiego calmoso, antes de acudir en visita al gremio de médicos españoles. ¿Cuándo no ha habido Pablos blasfemos, o Pedros negadores, o Magdalenas lascivas? ¿Quién no ha buscado en la noche la mañana, quién no ha escrito un poema huyendo de la soledad, quién creyéndose ganador no ha pedido tregua? Todos. Pues si todos, entonces también.