Emociones en los robots (XCR1): Redes neuronales asociativas

2017-10-22 1

La inteligencia artificial (AI), la informática, la robótica y la electrónica son sectores de una interdependencia tan clara como crítica, de crecimientos exponenciales y de una importancia de tan difícil evaluación por lo que significará en nuestro propio futuro como lo fue en su tiempo la electricidad, las computadoras, el descubrimiento del ADN o la construcción del World Wide Web. En pocos sectores, el tiempo se convierte en una unidad de medida tan relativa. El ritmo en la innovación y los avances que trae consigo, hacen que la equivalencia de un solo año sea la de un siglo de antaño y la de una década, la noche de los tiempos. Hemos pasado de la concepción clásica de programar un ordenador para que fuese capaz de hacer determinada tarea, a que ellas (las máquinas) puedan aprender de la experiencia. Mike Sagar, está empeñado en construir un ordenador que aprenda como lo hace un niño. Quiere desarrollar un “cerebro” que aprenda a través de la interacción social, de las emociones y de sí mismo. Una evidente emulación de nuestro propio proceso de aprendizaje. Para ello, ha utilizado su experiencia como constructor de simulaciones detalladas de partes del cuerpo humano, en películas como Avatar o King Kong y lo combina con modelos biológicos hiperrealistas junto a programas de inteligencia artificial en un intento de simular la conciencia humana. El “bebé ordenador” es capaz de reconocer a las personas que interactúan con él, mediante una aplicación de reconocimiento facial. Y de nuevo, no se le programa para que responda a determinadas preguntas, sino que se le enseña cómo responder.

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