Los rohinyás continúan huyendo en masa de Birmania. Unos dosmil por día, calcula la Organización Internacional para las migraciones. Atraviesan este río enlodado y recorren veinte kilómetros de selva hasta llegar a la vecina Bangladés, donde ya se hacinan más de medio millón.
Naciones Unidas pide poder entrar en la provincia birmana de la que escapan, y advierte de que el éxodo puede aumentar.
“El acceso que tenemos en Rakáin, especialmente en el norte, es inaceptable”, ha dicho el subsecretario general de Asuntos Humanitarios. “Repetimos nuestra llamadas a las autoridades birmanas para llegar a acuerdos que permitan a las organizaciones humanitarias, no solo a la ONU realizar su trabajo”.
We’ve joined 85+ NGOs calling for UN to take timely and decisive action on #Myanmar https://t.co/w38Ch8ldHN pic.twitter.com/rqhkAuZPQt— UNA-UK (UNAUK) 6 de octubre de 2017
Esta crisis comenzó el pasado agosto, después de que un grupo de insurgentes rohinyás atacara varios puestos de las fuerzas de seguridad birmanas que desencadenó la represión militar en la provincia de Rakáin.
Los que han llegado al campo de refugiados de Kutupalong hablan de las atrocidades cometidas por el ejército birmano contra miembros de su etnia de fe musulmana y sin nacionalidad.
“Los soldados atacaron a mi madre”, dice este refugiado. “La torturaron y le rompieron un brazo con un rifle. Mi hermano y su esposa fueron asesinados”.
“Incendiaron mi casa, mientras mataban a la gente y nos disparaban”.
Birmania mantiene que solo luchan contra el terrorismo. No reconoce a los rohinyás como etnia, asegurando que son inmigrantes bengalíes de Bangladés que viven ilegalmente en el país.
El martes la ONU comenzará entre los refugiados rohinyás en ese país una campaña de vacunación para evitar la propagación del cólera.