En muchas ocasiones hemos hablado acerca de la diferencia entre personas que son más optimistas y otras que no lo son tanto, y es que la capacidad de anticipar y ponerles emociones a los eventos futuros es una de las características de la cognición, pero ¿qué es lo que hace que atribuyamos emociones diferentes a eventos futuros? ¿qué es lo que nos hace ser más optimistas o más pesimistas? Las inferencias sobre lo que ocurrirá en el futuro son fundamentales para la toma de decisiones, lo que nos permite preparar nuestras acciones a fin de evitar eventos negativos y obtener recompensas. Los seres humanos, sin embargo, presentan una predisposición generalizada al optimismo cuando tratan de predecir lo que va a pasar mañana, la semana próxima o dentro de cincuenta años, y es que sobreestiman la probabilidad de eventos positivos, y subestiman la probabilidad de eventos negativos incluso cuando no hay evidencia para apoyar tales expectativas. Por ejemplo, la gente espera vivir más y ser más saludable que la media, subestiman su probabilidad de divorciarse y sobreestiman sus perspectivas de éxito en el mercado laboral. Esto se conoce como predisposición al optimismo y se define como la diferencia entre las expectativas de una persona y el resultado real que sigue. Si las expectativas son mejores que la realidad, hay predisposición al optimismo; en cambio si la realidad es mejor de lo esperado, hay una predisposición al pesismismo. Además, ser optimistas nos hace ser más felices. Se descubrió que las personas con altas expectativas tienen éxito y lo atribuyen a sus propias cualidades y consideran que seguirán teniendo éxito en el futuro. Por ejemplo, si una persona con altas expectativas saca un sobresaliente en un examen, atribuye este éxito a sus propias capacidades, y si suspende, atribuye el fracaso a factores externos y anticipan que en un futuro lo podrán hacer mejor. En cambio, una persona pesimista, cuando suspende un examen también se atribuye este fracaso a sí misma, porque no se ven capacitados y anticipan que en el futuro lo seguirán haciendo mal, y además atribuyen los éxitos factores externos como que el examen era muy fácil, por lo tanto, se sienten peor. Por tanto, ser optimistas nos hace tener más autoestima y ser más felices. Se examinó cómo el cerebro genera esta predisposición al optimismo a través de la Resonancia Magnética (RM). Se mostró que esta tendencia se relaciona específicamente con la activación de la amígdala y de la corteza cingulada anterior rostral al imaginar eventos futuros positivos en relación con los negativos, lo que sugiere un papel clave en la mediación de la predisposición al optimismo de estas áreas involucradas en el control emocional. Concretamente se observó activación de la circunvolución frontal inferior izquierda ante eventos optimistas, mientras que la derecha se activaba ante malas noticias, aunque se observó que cuanto más optimista eras, menor era la probabilidad de que la circunvolución frontal inferior derecha se activara. Estas son las mismas regiones que muestran irregularidades en la activación en los trastornos depresivos, asociados con el pesimismo. (Romina Corella, Que aprendemos hoy. com)