“Una limpieza étnica de manual” contra los rohinyá. “Una operación militar cruel”, “ejecuciones extrajudiciales”, “asesinatos de civiles”, “incendio de poblados”. Las tropelías del Ejército birmano y de los paramilitares budistas parecen no tener fin, como tampoco los calificativos utilizados por Naciones Unidas para definir cuanto sucede en la frontera entre la antigua Birmania y Bangladés.
“Ya advertí el año pasado de que el patrón de la violación flagrante de los derechos humanos de los rohinyá, parecía indicar un ataque sistemático y generalizado contra esta comunidad, y posiblemente crímenes contra la humanidad, si así era probado por un tribunal. Sin embargo, como Birmania ha negado el acceso a los investigadores de los derechos humanos, la situación actual no puede valorarse en su conjunto, aunque parece un ejemplo de limpieza étnica de manual”, ha explicado el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein.
19.000 personas en un día. 313.000 en menos de un mes.
Miles de rohinyá, minoría musulmana sin derechos civiles en un país mayoritariamente budista han cruzado el río Naf, huyendo de la violencia desatada. Muchos llegan enfermos o heridos. Necesitan comida, agua, productos de higiene, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
La persecución de los rohinyá continúa.
Con Reuters