Un año después del golpe de Estado fallido en Turquía las heridas siguen abiertas y los recuerdos muy vivos. Samet Dogan, corresponsal de guerra de la agencia de noticias estatal turca Anadolu, narra lo ocurrido en el puente del Bósforo en Estambul, la noche del 15 de julio de 2016.
“En cuanto me bajé del coche debajo del puente, empezaron a dispararnos y nos escondimos detrás de un vehículo. Cuando llegué al puente sentí como si estuviera viendo una escena de guerra como las que había vivido en mis misiones anteriores en Oriente Medio. La gente estaba muriendo y cayendo en la línea del frente. Había jóvenes en moto que iban recogiendo a los heridos, a veces sin piernas, para llevarlos a los hospitales. Esa noche, incluso los tanques abrieron fuego, quiero decir que utilizaron los cañones contra los civiles. La gente que conocía el sufrimiento de Turquía debido a los golpes de Estado precedentes se congregaron allí aquella noche y nunca retrocedieron. Era como una escena de guerra con tanques, aviones de combate y armas pesadas”, explica Samet Dogan.
Metin Dogan también vivió en primera persona la intentona golpista. Tumbándose en el suelo, detuvo un tanque frente al aeropuerto de Estambul. Su hazaña de resistencia le valió el reconocimiento del Gobierno, que le considera un héroe.
“Pensé que si la gente veía por la televisión en directo cómo un tanque aplastaba a una persona saldría a las calles para resistir sin pensárselo.Y salí corriendo de mi casa hacia el aeropuerto. Había dos tanques maniobrando y cuatro frente al aeropuerto. Corrí rápidamente hacia ellos. Mientras corría iba gritándoles: “Soy un soldado turco, ¿qué tipo de militares sois vosotros?” Entonces empezaron a avanzar y me tumbé en el suelo. En ese momento estaba rezando. A medida que se acercaban me sentía totalmente en paz. Mis pulsaciones habían vuelto a la normalidad, mi presión arterial era normal. Pensé que en apenas un segundo me iba a reunir con el creador. Cuando el tanque se detuvo, se quedó muy cerca de mí, a punto de aplastarme. Pensé que era mi final. Después del brusco frenazo, el tanque se mecía como una cuna. Las cadenas del tanque tocaban mi cabeza, mi hombro. Desde el 15 de julio, me considero un hombre muerto, cada día puede ser mi último día. Por ello, desde entonces dedico todo mi tiempo a mi país, a construir una Turquía más fuerte”, afirma Medin Dogan.