A pesar de recibir unos 40 millones de visitantes cada año, Roma no dispone de un sistema de transporte eficiente que satisfaga la movilidad de tanta gente.
En ocasiones, realizar un trayecto a pie de varios kilómetros es más rápido que moverse en transporte público. El servicio de movilidad saca de quicio en numeras ocasiones a los propios ciudadanos.
Es conocida en todo el mundo como la Ciudad Eterna. Porque Roma, siempre tuvo quien la habitara desde su fundación hace casi tres milenios. Millones de turistas se ven cada año seducidos por el patrimonio cultural y arqueológico de la capital de Italia. Pero que Roma es más eterna que nunca, lo descubren cada mañana los ciudadanos romanos y los turistas en la parada del autobús. Eterna es la espera y eterna la desesperación. Como suele decirse, todos los caminos conducen a Roma, pero una vez allí, lo complicado es desplazarse.
Las quejas de los romanos sobre el transporte público son de sobra conocidas por las instituciones europeas. La Comisión Europea (CE) ya advirtió el pasado año del descontento de los ciudadanos en este sentido. Mientras que en París, Londres o Berlín el grado de satisfacción del servicio de movilidad es cercano al 80 %, apenas 3 de cada 10 habitantes de Roma declaran sentirse satisfechos.
Para averiguarlo hablamos con los responsables de los sindicatos en materia de transporte. El problema es que la principal empresa municipal de transportes, ATAC, apenas ha invertido en los últimos 15 años. En consecuencia, una vieja flota de autobuses y el alto porcentaje de averías por falta de mantenimiento, hacen del transporte urbano de Roma un verdadero caos.
En el 2015 se contabilizaron un total 160.000 averías, según informa el diario italiano La Stampa. Algunas de estos fallos técnicos han llegado a poner en riesgo a los propios pasajeros. En los últimos 20 meses, 20 autobuses han acabado en llamas. Y es que a los autobuses de Roma se los exprime al máximo. De media, en Europa se renueva la flota de autobuses cada siete años, una cifra que ven muy lejana desde la capital italiana.
Sin embargo, renovar la flota se antoja difícil para una empresa que arrastra una deuda de 1000 millones de euros, con dificultades para pagar a proveedores, y que en muchas ocasiones no puede asumir ni las piezas de repuesto. Pero quienes pagan los platos rotos a diario, no son los directivos de la empresa, sino el eslabón más débil de la cadena, los conductores. Especialmente los días de huelga nacional de transporte. Unas dos veces al mes, la parálisis se apodera de Roma y rebosa la paciencia de los viajeros.
Se podría pensar que a falta de un buen servicio de autobús, el metro es una alternativa. Pero nos encontramos con un problemática similar. Un escaso trazado provoca que no todas las zonas de la ciudad están bien conectadas con el centro. Aunque la espera suele ser bastante inferior al autobús, tampoco viajar bajo tierra satisface a muchos viajeros.
Según un informe presentado a comienzos de 2017 por la Asociación Medioambiental Liga Ambiente, al paso que van las obras de ampliación de la red metropolitana, Roma necesitaría 80 años para poder equipararse con otras ciudades europeas en términos de trazado de metro por cada 1000 habitantes.
Las obras del Metro C comenzaron hace una década, y desde entonces apenas se han construido poco más de 20 kilómetros. Por el momento, para este año únicamente está prevista la ampliación de tres kilómetros y medio.
Tampoco ayuda demasiado a cubrir esta necesidad la línea ferroviaria de superficie, compuesta por trenes regionales y tranvías, que se presentan bastante viejos. Los tranvías romanos permiten viajar en el tiempo. Exactamente a la Roma de los años ochenta. Como el propio ayuntamiento recoge en su informe de movilidad, la edad media de los tranvías es superior a 31 años.
No se divisa una solución a corto plazo para un sistema de transportes obsoleto, que sumado a unas obras que parecen no tener fin, hacen que la frase Roma no se hizo en un día, cobre todo el sentido. Cargados de paciencia, ciudadanos y turistas de todo el mundo se ven inmersos en la lentitud de la capital de Italia. Metros, trenes, tranvías y autobuses, nos recuerdan que Roma tiene la intención de seguir siendo eterna.
Rubén Martínez, para Cámara al Hombro, desde Roma.