Madrid, 23 jun (EFE).- (Imágenes: Leo Redondo) "Madama Butterfly", una de las óperas más simbólicas y representadas, cumple ahora 110 años de su primera puesta en escena en el Teatro Real, en 1907, y coincidiendo con su vuelta al coliseo madrileño, el Museo Thyssen organiza una exposición que muestra el amor por todo lo japonés en esa época.
"Madama Butterfly y la atracción por los japonés" es el título de esta pequeña muestra que se ha presentado hoy, un día antes que el Teatro Real de a conocer los datos del nuevo montaje de esta ópera de Puccini que narra la trágica historia de la geisha Cio-Cio San, conocida por Madama Butterfly.
Un montaje que recupera la puesta en escena que hizo Mario Gas, que fue muy alabada por la crítica, que cuenta con la colaboración de Ezio Frigerio y la escenógrafa Blanca Squarciapino, y que se transmitirá a toda España el próximo día 30 a través de tres grandes pantallas que se ubicarán en la plaza de Oriente de Madrid.
En la exposición, que se puede ver desde hoy en el Thyssen y hasta el 27 de agosto, el espectador podrá situar el contexto de aquel legendario estreno de 1907, un acontecimiento "importante", y cómo la moda por la estética japonesa inundaba ya Occidente.
Una moda de la que Madrid fue participe, "aunque no tanto como fue en París y Barcelona", explica a Efe el comisario de la muestra Juan Ángel López Manzanares.
Así, esta muestra reúne alrededor de 50 piezas con pinturas, carteles, estampas, porcelanas, fotografías, complementos de moda o libretos teatrales; un conjunto de elementos que han sido cedidos para la muestra por el Museo Nacional de Artes Decorativas, El Museo ABC, el Museo de las Artes Escénicas del Institut de Teatre y el Centro de Documentación y Archivo de las SGAE, entre otros museos y colecciones.
También está presente un apartado dedicado al estreno de la ópera en el Teatro Real, en 1907, que dirigía en ese momento Luis Paris, y en el que se pueden ver los figurines de Joaquín Xaudaró y las fotografías de geishas que se utilizaron para el montaje, los decorados o el mobiliario.
El hilo narrativo de la muestra cuenta cómo tras su aislamiento, Japón tuvo que abrir sus fronteras con Occidente presionado por Estados Unidos en 1850. Y así este país comenzó a dejar claro su diferente impronta cultural, que se hizo muy visible con su participación en las Exposiciones Universales de Londres en 1862 y de París en 1867.
Pintores españoles como Eduardo Zamacois y Mariano Fortuny, que estaban en París en la década de 1860 y 1870 sintieron fascinación por "este arte moderno", al igual que Raimundo de Madrazo, quien también introdujo en sus cuadros motivos orientales como biombos, parasoles o cojines.
Una atracción que en aquellos años impregnó también a la clase alta madrileña introduciendo objetos japoneses en sus hogares como símbolo de estatus social y modernez.
En el teatro español y en la música tam