“A los tres años, el Owen que conocíamos desapareció”, recuerda Ron Suskind, periodista de The Wall Street Journal, al hablar de su primogénito. A los 36 meses, Owen Suskind empezó a padecer insomnio. Su habilidad motriz comenzó a fallar, así como sus capacidades de habla; Owen sólo era capaz de articular frases sin coherencia. Además, los estímulos visuales y auditivos demasiado estridentes lo alteraban sobremanera. Después de visitar a un especialista, el diagnóstico fue unívoco: Owen tenía autismo. “La única actividad familiar que pudimos seguir haciendo con él”, continúa Ron, “es aquella que más le gustaba a Owen antes de desarrollar su autismo: ver películas animadas de Disney”. Cornelia, la madre de Owen, hace un análisis idéntico: “Nos dimos cuenta de que era lo único que mantenía a Owen tranquilo, con lo que él y su hermano Walter solían sentarse a ver juntos las películas de Walt Disney”.