La llamada fase pública de los diálogos entre el Gobierno colombiano y la guerrilla Ejército de Liberación Nacional (ELN) inició en febrero de 2017.
Como sucedió en los comienzos de las conversaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), existen dudas en buena parte de la sociedad colombiana, incluso, algunos sectores se muestran escépticos en cuanto a su éxito. La historia de acercamientos frustrados y desencuentros fundamentan las inquietudes.
No obstante, también, la mayor parte de los colombianos desearían que se alcanzara un acuerdo, teniendo en cuenta lo logrado con las FARC y la sensible mejoría que se vive en regiones que hasta hace poco eran duramente golpeadas por la guerra. En el discurso de apertura, el vocero del ELN expresó la esperanza de que se lleven a cabo cambios esenciales en el país, y fue tajante al decir que sacarán la violencia de la lucha política.
El gobierno también fue explícito en la apuesta por alcanzar un acuerdo y ojalá pronto. Varios factores son vientos en contra para el proceso, como el tiempo. Al Gobierno de Juan Manuel Santos le resta sólo año y medio, y el país entra en una etapa electoral que hace más complejo el contexto.
Desde luego, al igual que en el proceso con las FARC, existe la oposición de sectores económicos y políticos, y los diálogos se harán en medio del conflicto, situaciones que son factores de riesgo considerables.
El proceso con las FARC está demostrando que, si hay sinceridad y voluntad real en las partes, los escollos son superables. Los colombianos viven por estos meses, en carne propia, el cambio significativo y favorable que representa la paz con respecto a la guerra. Algo que deberán tener muy presente a la hora de depositar el voto por el próximo gobierno.