Vamos ahora al desierto de Atacama, en el norte de Chile. Una vasta extensión desértica rica en yacimientos minerales.
En esta zona, décadas de explotación minera están dejando huellas indelebles. Nuestro equipo estuvo en el terreno y con su gente.
En estos días, el río Loa está más caudaloso que de costumbre con las lluvias altiplánicas. Este río ha dado vida al desierto por miles de años. Y no hay otro en mil kilómetros a la redonda. Y este río, hoy, también está en peligro.
Es el río más largo de Chile. Corta el desierto en dos a lo largo de 440 kilómetros. Esto, que parece un salar, es el gigantesco depósito de desechos de la explotación minera en la zona y, según organizaciones sociales, la principal amenaza al río.
La localidad de Calama se estableció al amparo del río Loa en tiempos preincaicos, y hoy es la capital minera de Chile, próxima a los más grandes yacimientos de cobre del mundo.
Una ciudad llena de problemas. También aquí funciona la principal industria recicladora de baterías de plomo en el país, objeto de grandes controversias.
Calama está a 2500 metros de altura, en medio del altiplano que perdió Bolivia a manos del Ejército de Chile en el siglo diecinueve. 200 kilómetros hacia el oeste está el puerto de Antofagasta, hasta donde han llegado todas las plagas de la bonanza minera: desigualdad social, pobreza extrema y extrema contaminación.
Este es el depósito controlado por el grupo Luksic, el zar de la región y de gran parte de Chile. Aquí, de Luksic son varias minas, el viejo ferrocarril, el puerto, y el negocio de los desechos mineros, que opera en pleno centro de Antofagasta.