Como si fueran pocos 100.000 millones de dólares, Estados Unidos quiere más, desde que Barack Obama se sentó en la Casa Blanca, en 2009.
El aquel año comenzó a autorizar la venta de armas a Arabia Saudí por valor de más de 100.000 millones de dólares, una cantidad increíble de creer dividida en 40 contratos.
Arabia Saudí recibió de todo y de lo mejor, desde los tanques Abrams hasta los aviones F-15, pasando por misiles Hawk y vehículos blindados.
Así pasó los años la Administración Obama, autorizando jugosos contratos para proveer de misiles, cazas y munición, y todo lo necesario a Arabia Saudí, para que lo utilizara en sus juegos de la muerte contra Yemen.
Pero cerca de su final, Obama vio demasiada sangre en Yemen, sobre todo en los niños, y dijo que 100.000 millones, pues eran suficientes. Y decretó que ya no se le vendieran más armas a Arabia Saudí, porque, pues, era demasiado.
Ya era mucho terror y sufrimiento contra las escuelas, hospitales y sobre todo, niños yemeníes. Así que las empresas de armas de EE.UU. se inflaron de dinero -aquí en el programa de hoy le mostraremos gráficas de su reporte de ventas-, y todos quedaron contentos.
Obama con su gesto "amable" de doble rasero, porque por un lado, autorizó la venta astronómica de armamento, y luego con su cara de "Nobel de la Paz" la detuvo, claro, después de los "100.000 millones" de dólares de armamento.
Fin de la Historia. Aparece el nuevo Gobierno de Estados Unidos, y como si fueran pocos los "100K millones" de dólares, quiere más.
El secretario de Defensa, James Mattis, está pidiendo permiso para romper el decreto de Obama que restringe la venta armamentística a Arabia Saudí, para poder de proveerle más.
En un memorándum presentado este mes el consejero de Seguridad Nacional, el teniente general, Herbert Raymond "H. R." McMaster, Mattis sugirió que más apoyo a la guerra dirigida por Arabia Saudí, ayudaría a contrarrestar una "amenaza común", informó el Washington Post el domingo, citando a oficiales de Estados Unidos.
¿Amenaza común? Si se aprueba, la solicitud marcará un aumento significativo en la participación militar estadounidense en Yemen.
El funcionario, con el que habló el Washington Post, reconoció que levantar las restricciones de Obama sería igual a dar luz verde para la participación directa en una guerra importante.
"Todavía no se ha decidido si serán levantadas. Pero sin duda hay un amplio desacuerdo en nuestro gobierno ", dijo la fuente.
Es por eso que Amnistía Internacional (AI) alza la voz para condenar como vergonzoso el negocio armamentístico de EE.UU., incluido el Reino Unido, con Arabia Saudí, algo que agudiza la crisis en Yemen.
“Las armas entregadas por países como Estados Unidos y el Reino Unido fueron utilizadas para cometer graves abusos, precipitando una catástrofe humanitaria”, denuncia el organismo en un comunicado emitido este jueves en su portal Web.
En marzo de 2015, Arabia Saudí lanzó una brutal ofensiva militar contra Yemen con el visto bueno de Estados Unidos y prescindiendo del permiso de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en un intento por restaurar en el poder al expresidente fugitivo yemení, Abdu Rabu Mansur Hadi, un fuerte aliado de Riad; provocando que hoy Yemen sea el país la catástrofe humanitaria más grande del mundo.
¿Qué pretende EE.UU. con alimentar más genocidio en Yemen? ¿Es sólo el negocio de las armas, o hay algo más? ¿Cuál es la diferencia entre un Obama que vendió el arsenal a Arabia Saudí y que detuvo, a un Gobierno de Trump que quiere más sangre?
¿Se están probando armas del futuro en Yemen? En Detrás de la Razón, preguntamos. Apoyamos la idea de justicia en cada quién y cuestionamos todo.
Los analistas contestan y usted en su casa concluye. Y si la realidad hace lo que quiere, entonces nosotros volveremos a preguntar.
Lo importante es descubrir los ángulos que no dicen los gobiernos ni los medios de comunicación. El análisis, las preguntas y respuestas a las diez y treinta de la noche, desde los estudios de Teherán; Londres, siete de la tarde; Madrid, ocho de la tarde, México a las 12 y Colombia, una de la tarde.
Por Roberto de la Madrid