La falta de mejores oportunidades y el deseo de mejorar su estilo de vida hacen que miles de hondureños emigren año a año hacia los Estados Unidos.
Este viaje se convierte en un constante peligro para quienes lo emprenden. Ya son varios los que se reportan como desaparecidos, otros que mueren en el trayecto.
La oportunidad de asistencia social que el Gobierno hondureño ofrece para aquellos ciudadanos que han perdido uno de sus miembros corporales en busca de oportunidades es casi nula.
El peligro de regresar a casa con los bolsillos vacíos y sin poder caminar es constante desde el mismo momento de salir de Honduras, las bandas del crimen organizado acechan a los migrantes.
Las organizaciones que velan por los derechos de la mujer reportan una cifra elevada de estas en la ruta migratoria. Muchas de ellas corren igual o peor suerte que los hombres.
La única mano amiga que se preocupa por la desdicha de estos compatriotas es de organizaciones no gubernamentales, estas proveen de sillas de ruedas a quienes regresan con sus piernas mutiladas.
Los Derechos Humanos de estas personas parecen no contar, el Gobierno no les proporciona ni siquiera ayuda psicológica que les ayude a superar sus traumas.
Aproximadamente, unas 500 personas con discapacidad son atendidas por organizaciones no gubernamentales y el Estado con apoyo financiero o logístico, un pequeño porcentaje de todas las personas que requieren ayudas.
En este centro de la capital hondureña esperan una oportunidad de cualquier tipo de trabajo cientos de personas a diario, unos lo logran y la mayoría regresa a sus casas sin haber logrado la cantidad mínima de dinero para el sustento de sus familias. Es allí cuando deciden emigrar a los Estados Unidos.