En Chile, un incendio masivo arrasó con 500 mil hectáreas de bosques plantaciones madereras y cultivos entre enero y febrero.
Más de 1500 casas resultaron destruidas y cerca de siete mil personas quedaron sin hogar. El verano más caliente del registro histórico se encontró con un modelo de desarrollo que propicia los incendios, la improvisación y la debilidad del Estado.
Este es el valle del rio Maule, una de las zonas agrícolas más antiguas de Chile, y que da su nombre a toda la región.
Tal nombre se justificaba plenamente cuando todo esto era el lecho del río. Hoy, esta masa de piedras es un testimonio dramático de la pérdida del recurso vital.
Santa Olga, este villorrio de trabajadores forestales, pegado a las plantaciones y que ni figura en el mapa, se convirtió en símbolo de los incendios y de todo lo que se ha hecho mal. Santa Olga no tenía siquiera agua corriente, y ahora es tierra yerma.
Lo más probable es que todo continúe igual, sin embargo. Y tal vez, cuando ya no quede más que cenizas, la naturaleza sea más obstinada que la adicción humana a la destrucción y el lucro.