Según la sabiduría popular, gracias a sus rayas las cebras se camuflan entre la hierba alta, como una forma de escapar de los leones, que no distinguen colores. Sin embargo, un nuevo estudio revela que en realidad se protegen de los tábanos, cuyas hembras se alimentan de sangre. Los tábanos se sienten atraídos por la luz polarizada (la que se propaga en un plano), puesto que es similar a la que se refleja en el agua, donde ponen sus huevos. En los caballos, por ejemplo, el pelaje negro refleja esta luz mejor que los marrones o los blancos, como ya demostraron en un estudio anterior la bióloga Susanne Åkesson y su equipo. Así, los científicos dieron por hecho que las rayas blancas y negras harían a las cebras menos atractivas para los insectos que los caballos negros, pero más que los blancos. Sin embargo, al realizar experimentos con figuras de caballos pegajosas, y confirmar el número de tábanos que se quedaban atrapados, descubrieron que las rayas de las cebras son el mejor repelente contra los insectos, y cuando más estrechas, mejor. Estos resultados podrían ayudar a explicar por qué las rayas más estrechas se encuentran en la cabeza y las patas de las cebras: «Es donde la piel es menos gruesa», afirma Åkesson, de la Universidad de Lund (Suecia). Pero entonces, ¿por qué las rayas son más eficaces que el blanco liso, que es el color que menos refleja la luz polarizada? Según Åkesson, las rayas blancas y negras son «perfectas a la hora de alterar la señal de la luz polarizada». Debido a que su piel refleja la luz en patrones polarizados y no polarizados alternativamente, «la cebra destaca con mayor dificultad en su entorno». Así, se camuflan tanto de los tábanos como de los felinos.