Todo apunta a un fallo humano. Un avión de carga turco se ha estrellado este lunes sobre un pueblo kirguís situado junto al aeropuerto de la capital. El aparato se llevó por delante 23 casas y terminó partido en cuatro.
Al menos 37 personas han muerto, de las cuales un mínimo de 28 son habitantes de Dacha Suu. Entre las víctimas habría trece menores. Las autoridades no descaratan que se encuentren más cadáveres cuando se retiren todos los escombros. Varios testigos presenciales aseguran que hay fragmentos de al menos otros nueve cuerpos más esparcidos por el lugar del accidente.
“Estaba dormido cuando mi mujer me despertó sobresaltada”, explica uno de ellos. “Me dijo que había visto una luz cegadora. No entendíamos nada, así que salimos de la casa y vimos todo en llamas y los restos de un avión empotrado contra otro edificio. Entonces comenzamos a correr. No sabíamos que había ocurrido”.
Las cajas negras esclarecerán qué sucedió. Una de ellas ya ha aparecido. El avión se estrelló en medio de una intensa niebla a menos de un kilómetro del aeropuerto de Manas, donde tenía que haber aterrizado para respostar carburante. Venía de Hong Kong y su destino final era Estambul.
Más de mil militares, policías y personal de rescate trabajan en el lugar del siniestro. El presidente del país ha decretado un día de luto oficial que tendrá lugar este martes.
