Las autoridades brasileñas siguen buscando a 72 presos de la prisión Anísio Jobim de Manaos, capital del estado de Amazonas, que huyeron durante el motín que costó la vida a 56 reclusos entre el uno y el dos de enero.
La masacre se considera una venganza de la banda conocida como “Familia del Norte” contra el grupo “Primer comando de la capital”, con quien se disputa el comercio de droga en los presidios.
La matanza, la segunda mayor ocurrida en una cárcel de Brasil, pone de relieve las fallas del sistema carcelario brasileño. Sobrepobladas hasta el 167 % y con escasez de personal, que además está mal remunerado, comprometen la integridad de los presos y facilitan que sean reclutadas por organizaciones criminales.
Por ello, diversas ONGs han reclamado una mejora de las condiciones de los establecimientos prenitenciarios del país. En particular, la organización Human Right Watch instó a Brasil a retomar el control de su sistema penitenciario, el cual, aseguró, está en manos de las facciones criminales.
En la misma línea, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos señaló en un comunicado que lo ocurrido en Manaos no es un “incidente aislado”, sino el reflejo de “una situación crónica de los centros de detención en el país”.
Al debate sobre la seguridad en los penales, se añaden las dudas sobre la eficacia de la búsqueda de los que escaparon. Sobre todo después de que un internauta que se presenta como uno de los fugitivos, haya colgado fotos de su huida en Facebook. “Ya llego, atención a las solteras”, llega a decir en una de las imágenes.
Mientras prosigue la busca, los forenses ya han identificado a cerca de 40 cadáveres, la mayoría de los cuales aparecieron decapitados.