La ofensiva sobre Mosul ha cambiado el paso al entrar en su segundo mes. La dureza de los combates, los ataques suicidas perpetrados por el Dáesh y la utilización de civiles como escudos humanos en algunos barrios de la ciudad han retrasado los planes del Ejército iraquí para arrebatar a los yihadistas el control de la segunda ciudad del país, donde viven alrededor de 1,5 millones de personas.
En la operación participan soldados, peshmergas kurdos y milicias chiíes. Aunque la misión de estas últimas es cortar las vías de suministro a los yihadistas, muchos civiles temen que penetren en la ciudad, de mayoría suní, y cometan actos de venganza.
El temor a la violencia sectaria también afecta a los chiíes, que se disponen a celebrar el Arbain. Esta festividad atrae todos los años a millones de peregrinos a la ciudad iraquí de Kerbala, a unos 100 km al sur de Bagdad. La amenaza de ataques suicidas de yihadistas del Dáesh ha obligado al Ejecutivo a adoptar excepcionales medidas de seguridad.