La llaman la “Rasputín de Corea del Sur” y su comparecencia ante el Juez ha levantado una gran expectación. Choi Soon-sil, hija del fundador de una extraña secta religiosa y confidente de la presidenta del país, ha declarado por un escándalo de presunta corrupción y tráfico de influencias de consecuencias imprevisibles.
Se la acusa de aprovecharse de su amistad con la Jefa del Estado, Park Geun-hye, para obtener generosas “donaciones” privadas para dos fundaciones públicas y quedarse con parte de lo recibido.
La presidenta, cuya popularidad está en caída libre desde el estallido del escándalo, ha pedido perdón tras conocerse, entre otros detalles, que enviaba sus discursos oficiales a su confidente para que se los editara antes de pronunciarlos.
Pero ni sus disculpas ni el cese de su equipo de asistentes personales han calmado la indignación de la opinión pública. Decenas de miles de personas se manifestaron el domingo en Seúl para pedir su dimisión.
