Con las manos unidas en oración, vestidos de negro y postrados de rodillas, cientos de miles de tailandeses han seguido con profunda emoción el convoy con el féretro del rey Bhumidol. Los restos del monarca han sido trasladados desde el hospital, donde murió el jueves a los 88 años, hasta el palacio real, para dar comienzo a los ritos funerarios.
Muchos tailandeses han soportado horas de espera, bajo un sol de justicia, para poder rendir un último homenaje a su rey. “En el pasado serví algunas veces en eventos del rey, por eso tenía que estar aquí. Quiero estar aquí y me siento feliz, aunque haya tenido que llegar muy temprano”, explica un hombre. Con la voz entrecortada por la congoja y el llanto, una mujer dice: “Ha sido una suerte para mí poder verle por última vez. Nunca olvidaré este momento. Creo que todos los tailandeses se sentirían igual. El rey era como un padre. Siento como si mi padre hubiera muerto”.
Tailandia respira luto e incertidumbre, tras la muerte de Bhumidol, piedra angular del país durante 70 años. Su heredero, el príncipe Maha Vajiralongkorn, ha conducido el rito budista del baño del difunto, el primero de una larga serie de rituales funerarios que culminarán con la cremación en una fecha aún por decidir. El príncipe ha pedido tiempo antes de subir al trono, dejando al país en un limbo sin monarca.