Como todos los días, Arturo comienza su jornada laboral con una sonrisa, en esta residencia de ancianos de Svartedalens, cerca de la ciudad de Gotemburgo, en Suecia.
Lleva más de veinte años trabajando como cuidador.
Está especializado en la ayuda a personas con Alzheimer, una tarea muy difícil. Por discreción, no muestra a los residentes que reciben sus servicios.
Su vida cambió el año pasado, tras ser seleccionado para participar en un experimento de reorganización del tiempo de trabajo.
“Ya no estoy estresado como antes”, comenta Arturo Pérez. “He conocido a colegas nuevos. Nos ayudamos para planificar mejor nuestras tareas, y trabajamos con más entusiasmo. También tengo a chicos a mi cargo, soy padre soltero. Ahora ya no tengo que meterles prisa por la mañana para ir al colegio. Todo es mucho más relajado. Creo que me he convertido en un mejor padre, además de en un mejor cuidador”.
La jornada laboral para los 82 cuidadores del establecimiento ha pasado de ocho a seis horas diarias conservando el mismo salario.
Se trata de un programa auspiciado por el ayuntamiento de Gotemburgo.
Gracias a él los empleados han ganado en energía y disponibilidad, asegura la directora del centro.
“El ambiente es más relajado”, asegura la directora de la residencia Monica Axhede. “Tenemos a muchas personas que sufren demencia. Antes, cuando había mucho estrés a su alrededor, se ponían muy nerviosas. Ahora notamos que están más tranquilas. Además hemos podido contratar a más personal, se ha creado empleo. Y tenemos menos bajas por enfermedad”.
Gotemburgo es la segunda ciudad más importante de Suecia. Tiene una de las tasas más altas de absentismo y de agotamiento en el trabajo. La jornada laboral de seis horas es también una forma de intentar remediarlo. Pero la cuestión aquí también es política.
Lanzada por iniciativa de la antigua mayoría de izquierda del ayuntamiento de Gotemburgo, está previsto que la experiencia en la residencia de ancianos de Svartedalens finalice este invierno.
Para la principal confederación sindical sueca, LO, el experimento tiene un alto valor simbólico.
Pero la vicealcaldesa, jefa de la nueva mayoría conservadora en el consistorio, ni se plantea prolongarla, y, menos aún, generalizarla.
“Somos responsables de 53.000 empleados en Gotemburgo”, sostiene Maria Ryden. “Si les dejamos a todos trabajar seis horas por el sueldo de ocho, ¡saque la cuenta! Y tendríamos más problemas a la hora de contratar a más personal en el futuro. Si pagamos a los empleados por no trabajar, no habrá dinero para reclutar a más gente. ¡Necesitamos a más gente trabajando, y que incluso trabajen más tiempo!
El proyecto, cuando fue lanzado, representó un aumento de costes del veinte por ciento para el ayuntamiento, admite Daniel Bernmar, vicealcalde y líder del partido de izquierda del consejo municipal.
Pero los beneficios, asegura, deben medirse a largo plazo:
“Contemplando la economía pública como un todo, estamos creando empleo, hay