Los valses de Viena y el Danubio Azul son clichés para la gente de alta sociedad, usados desde principios del siglo XX para anunciar que algo importante está sucediendo.
Con esa usanza, se reunieron 20 de los países más poderosos del mundo, allá en Viena, capital austríaca, para discutir algo muy importante que está sucediendo: la crisis en Libia.
A simple vista, podría este ser uno de los gestos que la humanidad siempre ha soñado: el gesto humanitario, el de la solidaridad, el de ayudar sin interés. Pero parece que no es así, hoy Libia es muy importante. Por eso la pompa y circunstancia en Viena. Libia es una fuente de riqueza petrolera.
A la caída del dictador Muamar Gadafi, se ha obstruido la producción de hidrocarburos, fuente favorita de la Unión Europea (UE), necesaria, deseada y usada.
Libia es hoy también, una de las rutas predilectas para los polleros, los traficantes de personas, que transportan al refugiado, desesperado o esperanzado migrante de África, al sueño europeo de Europa.
Esto significa algo muy importante para la Europa misma, que ya no quiere más migrantes, migración épica que la ha puesto en crisis y en jaque de seguridad internacional. Libia además se convirtió en caldo de cultivo de los extremistas, la ideología Daesh está ya ahí sangrando a la población.
Los vecinos Egipto y Túnez incluso están en alerta. Y Europa, está ahí enfrente, 400 kilómetros quizá. Terrorismo de extrema importancia para las potencias del mundo.
Todo esto entonces, que significa Libia, hizo que se reunieran en Viena, los Gobiernos occidentales, las potencias mundiales y uno que otro aliado (EE.UU, Rusia, China, Francia, Reino Unido y otros quince países, en su mayoría europeos y árabes).
Resultado "ayudemos a Libia". Estados Unidos (EE.UU.) se inclina por levantarle el embargo de armas para reforzar al nuevo Gobierno de Unidad, porque antes Libia tenía dos gobiernos, que pide armamento para luchar contra los poderosos terroristas.
El nuevo gobierno prácticamente está escondido, guarecido en una base naval donde la magra guardia presidencial los protege, necesitan un ejército y balas, pero no quieren militares extranjeros, ellos mismos quieren acabar con el grupo terrorista EIIL (Daesh, en árabe).
El pueblo libio necesita seguridad. Trípoli, la capital libia, quedó desierta de diplomáticos, embajadores de todo el mundo huyeron al país vecino Túnez.
¿Pero sólo la escasez de armas será el problema en Libia? ¿Qué hay también con la importación y apoyo de la violencia ideológica, física, armamentística, financiera de los terroristas que masacran Siria?
"Libia: entre Siria y Occidente", esta noche en ‘Detrás de la Razón’. A las diez treinta de la noche, desde los estudios de Teherán; Londres, seis de la tarde, México y Colombia, doce del día; Madrid, ocho de la noche.