TRIGESIMOCTAVO YO
Soy el vástago final
de una dinastía que habitó
la provincia de Valaquia.
Mis antepasados rechazaron
las invasiones húngaras,
las mongolas y las turcas,
que provocaron entonces
inmensa sed de sangre,
posteriormente trasmitida
a los futuros valaquios.
Por mis dotes de vampiro,
los paisanos me imaginaron
descendiente de Satán,
o algún dragón infectado
y ansioso de linfa humana.
Me acusaron de empalador
por ensartar prisioneros
en estacones punzantes.
Mi dicha eran los lamentos
de su luctuosa agonía,
mientras lento devoraba
los más sápidos manjares.
En las épocas de paz,
me permití más que nunca
empalar damas y niños
en mis extensos dominios,
para beber con fruición
sus emulsiones vitales.
Obligado a combatir,
derroté a los invasores:
lombardos, turcos y bávaros
que soñaban con mandar
más acá de mis fronteras.
Permanecí en Transilvania
por tres o cuatro centurias,
hasta que unos campesinos
me despacharon a Londres,
con el fin de recluirme
en un castillo apartado,
donde pudiera vivir
como un anciano elegante,
con pelos entre las manos,
dos orejas puntiagudas,
caninos bien afilados
e insoportable halitosis.
Allí fue donde seduje
la bella Lucy Westenra,
aunque después de sangrarla
me fijé en otra muchacha
compañera de un amigo,
que al darse cuenta de todo
me persiguió a Transilvania,
no sin antes intentar,
con una estaca de cedro,
traspasarme el corazón.
Pese al funesto episodio,
nadie ha podido acabarme,
aunque muchos me persiguen
con sevicia inveterada,
y eso me impulsa seguir
con mis andanzas nocturnas
en mansiones alejadas,
donde no existan personas
de Londres ni Transilvania.