Nate Diaz jugó mejor sus cartas: agotó a McGregor, le hizo víctima de su propia agilidad de golpes, le ha agotado. Y Diaz se ha limitado a hacer lo que debía hacer: llevarle al suelo, maniatarlo, inmovilizarlo y sacar a McGregor de su “zona de confort” – si es que en el arte del MMA existe -, para llevar el combate a su terreno, que es el opuesto del de Conor McGregor. Y es que el irlandés no conoce la victoria si no es por sumisión. Los tres combates que ha perdido ha sido por inmovilización, una asignatura aún pendiente para McGregor, más técnico, ágil e imprevisible que Díaz, pero débil cuando le llevan al suelo.
