El Efecto Anclaje no es sino la tendencia que tenemos a establecer un punto de partida, a partir del cual realizaremos las comparaciones y valoraciones que vendrán a continuación. Y lo más interesante es que no se aplica solo a los números sino prácticamente a todas las esferas de nuestra vida. Por ejemplo, cuando vamos a comprar una casa, un coche o un ordenador, el primer precio que veamos será el punto de referencia a partir del cual compararemos el resto de las propuestas. También se conoce que cuando se debe negociar el precio de un producto o servicio, si comenzamos por un precio elevado existirán grandes probabilidades de llegar a un precio final alto pero si comenzamos por un precio bajo, al final se arribará a un precio aún menor. Un curiosísimo experimento realizado por Dan Ariely demuestra cuán susceptibles somos a este efecto. Este psicólogo le pidió a un grupo de estudiantes que le dijese las últimas tres cifras de su código de identificación fiscal. Después les enseñó una botella de vino, explicó sus características y le pidió a cada persona que escribiese en un papel cuánto estarían dispuestas a pagar por ella. Así pudo apreciar que aquellos que tenían los códigos de identificación fiscal más altos (el número que disparó el Efecto Anclaje) estaban dispuestos a pagar mucho más que quienes tenían números de identificación más pequeños.