En los bosques de Norteamérica habita un pequeño pájaro conocido como cascanueces americano (Nucifraga columbiana) que cada otoño tiene una conducta única: deposita su principal alimento —semillas— en pequeños orificios excavados en el suelo para asegurar la disponibilidad de comida durante el invierno. Aun cuando parte de su preciado tesoro sea desenterrado por las ardillas que han observado la afanosa tarea del cascanueces, el ave puede recordar cada uno de los cientos de sitios donde las enterró, así como los lugares en los que simuló enterrarlas para burlar a las ardillas; de esta manera, en el invierno, no pierde el tiempo en visitar los entierros falsos. El cascanueces americano es un ejemplo formidable de un proceso cognitivo (memoria espacial y mapas mentales) que es utilizado para realizar búsquedas de recursos localizados de una manera muy eficiente. Desde los gametos o el plancton —que no tienen habilidades cognitivas refinadas— hasta organismos con habilidades mentales muy superiores, como es el caso del ser humano, todos deben moverse y encontrar recursos, lo que nos deja a los científicos varias preguntas por responder: ¿cuáles son los mejores mecanismos de movilidad, búsqueda y exploración del espacio? ¿Existen patrones comunes o universales de cómo realizar búsquedas de manera eficiente? La física —especialmente en las últimas dos décadas— ha hecho progresos formidables para responder estas preguntas con base en dos tipos de procesos de búsqueda y movilidad asociada: aleatoria y determinista.