Berlín, 9 ago (EFE), (Imagen: Juan Palop).- Miles de refugiados llaman a diario a las puertas de Alemania porque, pese a las precarias condiciones de acogida, los ataques xenófobos y las escasas opciones de obtener un permiso de residencia, se saben allí mejor que en sus países.
Jliijana Ispahi, treintañera, kosovar y embarazada de su segundo hijo, habla de forma clara y reposada, aprovecha cada pausa para sonreír, y aliña con la palabra "suerte" su relato de desamparo y pobreza, abusos y desesperación.
"Tuve que venir a Alemania porque no tenía para comer. Ni para mí, ni para mi marido ni para mi hijo. Y hay otra razón más importante, a mi marido le forzaban desde el Estado Islámico (EI) para ir a Siria a la guerra. Por eso nos teníamos que ir", relata en inglés a Efe esta profesora de música.
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